Roberto Lenzi era un complejo personaje
de la vida juarense en los años 20. Nos referimos a él en una crónica anterior,
cuando se enfrentó al director del diario radical “La verdad”, Blas Herlan, a
quien mató en la Plaza Independencia tras una discusión y un intercambio de
disparos. Estuvo preso un mes y se lo dejó en libertad por considerarse que fue
en defensa propia. Lo raro fue que el diario, después de lo ocurrido, celebrara
la libertad de Lenzi y ensalzara su figura.
Cuando muere Herlan, el administrador
del diario era Claudio Villanueva, quien es separado de esas funciones sin conocerse
los motivos.
En 1928 vuelve el nombre de Lenzi a la
escena policial y comparte la “cartelera” precisamente con Villanueva, un
apuesto y elegante caballero, que habría seducido a una novia de Roberto Lenzi.
Este, según los vecinos, “problema de polleras” habría sido el desencadenante
de una tragedia.
Ambos se encontraron en cercanías del
banco provincia donde la discusión fue subiendo de tono, amenazando Lenzi con
un arma de fuego que hace huir a Villanueva que trata de refugiarse en el
Colegio de Hermanas, dirigiéndose directamente a la capilla, donde supone un
ámbito que podría detener las intenciones del ofuscado Lenzi. Pero no fue así.
El agresor ingresó al claustro y a la altura del altar, efectuó precisos
disparos que dieron en el indefenso Villanueva. Las manchas de sangre en la
pared de la capilla, que estaba pintada con cal, permanecieron hasta el año
1966 cuando se hicieron arreglos del lugar.
EVIDENCIA POST MORTEM
La víctima, Claudio Villanueva había
tenido una hija con una joven de apellido Dirizio a quien dieron en adopción.
Esa pequeña con los años supo que era adoptada, se casó y formó parte de una
conocida familia juarense, haciéndose cargo del mantenimiento de la sepultura
de su padre, que estaba en un nicho municipal. Cuando en 1990 se vence el
arrendamiento y se saca el cuerpo del ataúd para ponerlo en la urna, un
familiar, presente en ese acto se sorprende por lo que ve. Cuando se abre el
ataúd el cuerpo se veía intacto, vestido de traje con moñito, conservaba el
cabello y los bigotes retorcidos en las puntas, como se usaba en la época, la
piel apergaminada y… un orificio en la frente que dejaba al descubierto una
venda reseca. “Hubo que dejar el cadáver unos meses para que se pudiera poner
en una urna y depositarlo en la bóveda familiar”, me cuenta este testigo
presencial del acto en la morgue.
No hay dudas del manejo de armas de
Roberto Lenzi que, dos años después, es el nuevo Comisario de Juárez. Un personaje
para ir “tirando” otras historias.

No hay comentarios:
Publicar un comentario