23 oct 2025

Crimen en la capilla de las monjas

 

 

Roberto Lenzi era un complejo personaje de la vida juarense en los años 20. Nos referimos a él en una crónica anterior, cuando se enfrentó al director del diario radical “La verdad”, Blas Herlan, a quien mató en la Plaza Independencia tras una discusión y un intercambio de disparos. Estuvo preso un mes y se lo dejó en libertad por considerarse que fue en defensa propia. Lo raro fue que el diario, después de lo ocurrido, celebrara la libertad de Lenzi y ensalzara su figura.

Cuando muere Herlan, el administrador del diario era Claudio Villanueva, quien es separado de esas funciones sin conocerse los motivos.

En 1928 vuelve el nombre de Lenzi a la escena policial y comparte la “cartelera” precisamente con Villanueva, un apuesto y elegante caballero, que habría seducido a una novia de Roberto Lenzi. Este, según los vecinos, “problema de polleras” habría sido el desencadenante de una tragedia.

Ambos se encontraron en cercanías del banco provincia donde la discusión fue subiendo de tono, amenazando Lenzi con un arma de fuego que hace huir a Villanueva que trata de refugiarse en el Colegio de Hermanas, dirigiéndose directamente a la capilla, donde supone un ámbito que podría detener las intenciones del ofuscado Lenzi. Pero no fue así. El agresor ingresó al claustro y a la altura del altar, efectuó precisos disparos que dieron en el indefenso Villanueva. Las manchas de sangre en la pared de la capilla, que estaba pintada con cal, permanecieron hasta el año 1966 cuando se hicieron arreglos del lugar.

EVIDENCIA POST MORTEM

La víctima, Claudio Villanueva había tenido una hija con una joven de apellido Dirizio a quien dieron en adopción. Esa pequeña con los años supo que era adoptada, se casó y formó parte de una conocida familia juarense, haciéndose cargo del mantenimiento de la sepultura de su padre, que estaba en un nicho municipal. Cuando en 1990 se vence el arrendamiento y se saca el cuerpo del ataúd para ponerlo en la urna, un familiar, presente en ese acto se sorprende por lo que ve. Cuando se abre el ataúd el cuerpo se veía intacto, vestido de traje con moñito, conservaba el cabello y los bigotes retorcidos en las puntas, como se usaba en la época, la piel apergaminada y… un orificio en la frente que dejaba al descubierto una venda reseca. “Hubo que dejar el cadáver unos meses para que se pudiera poner en una urna y depositarlo en la bóveda familiar”, me cuenta este testigo presencial del acto en la morgue.

No hay dudas del manejo de armas de Roberto Lenzi que, dos años después, es el nuevo Comisario de Juárez. Un personaje para ir “tirando” otras historias.

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