8 jun 2021

El Comercio

 

Avenida Alsina  1903

Los primeros comercios que existieron en Juárez, pasando las vías del ferrocarril, fueron el almacén de don Rafael Uranga, donde se encuentran las instalaciones ferias de la ex Sociedad Rural y la herrería de Juan Suharret, frente al embarcadero del ferrocarril. En 1893 se fundó el Molino “El Galileo” que provocó la rápida instalación de un grupo de pobladores.

La actividad comercial, antes del año 1900, crecía a buen ritmo. Los hoteles estaban abiertos noche y día durante todo el año, como el de “La Chumbeada” de Pedro Ydiarte, que además tenía una cancha de pelota paleta, ubicada en Uruguay entre Chacabuco y Maipú, y el “Hotel de los Estancieros” en San Martín y Libertad, propiedad de Juan Bendotti, entre otros.

En ese gremio se recuerda a Juan Torres, que edificó el Hotel Argentino, lugar que ocupa hoy el Colegio de la Inmaculada. Este hotel, escenario de parte importante de la vida de Juárez, fue adquirido en 1898 por Angel Beretta, hasta el año 1907, en que pasa a explotarlo Manuel López Suárez. Allí además de las excelentes instalaciones y muy buen restaurante se proyectaba cine, lo que generaba una continua actividad.

1907. Hotel Argentino

En cuanto al señor Beretta, cabe señalar que había llegado de Milán (Italia) irrumpiendo en el comercio al adquirir la fonda “El Caballito” en 1891 que dos años después vendiera a Luís Bendotti. Al dejar la actividad hotelera, Beretta se dedicó al agro y luego a la industria panaderil, adquiriendo la panadería “La Juarense”, que hasta entonces pertenecía a la Cooperativa de Consumo “La Juarense Ltda.” cuya presidencia ejercía  Ricardo Cantillón, integrando el Directorio, entre otros Guarino Di Tada, Viggo Dhal, Agustín Sorrenti y J. Julianelli.

Fue una época de  iniciativas comerciales de gran envergadura; los hermanos Ángel y Cayetano Zibecchi fundaron la importantísima casa de comercio que en aquel entonces figuró en primera línea; los señores Lenzi y Frigerio que crearon un emporio comercial; la gran  Barraca de frutos del país de Lasalle, Rivas y Puig, entre muchos otros comerciantes.

La característica de los primeros comercios en el pueblo era su ubicación, preferentemente en las esquinas. Para identificar los lugares nos vamos a referir con el nombre actual de las calles.

En Libertad y Sarmiento estaba la herrería de Montané, que luego pasara a propiedad de Pedro Ortustegui y Juan Iranzi y finalmente a José Graciano. Muller y Lobato tenían almacén en Libertad y Sargento Cabral. Haciendo cruz (hoy Correo) se ubicaba la tienda de Joaquín Castilla. Posteriormente se instaló allí el Hotel Central de Juan Tamborín. Frente a éste Nicolás Ibáñez tenía una fonda, luego se instaló la Farmacia El Fénix., que antes estaba en Brown y Sargento Cabral, donde más tarde fue el almacén de Alak y Barchine.

Hotel Central (Av. Libertad y Moreno)

En Libertad y Güemes abarcando desde la actual cochera del residencial Juárez (por Güemes), hasta mitad de cuadra por avenida Libertad, el Almacén de Ramos Generales de Lenzi y Frigerio. En la misma cuadra se ubicaba la primera confitería y fábrica de masas de esos tiempos propiedad de los señores Abrisqueta y Tirolano. Desde la esquina de Libertad y Zibecchi hasta el actual Club Argentino estaba “La Porteña” de Alen y Pérez.

En Las Heras entre Libertad y Alte. Brown, la fábrica de fideos La Torinesa de Bautista Guglielmetti, fundador del molino El Galileo; ocupaba un viejo y amplio edificio contiguo a la actual panadería “La Juarense”. Por Libertad al lado del actual Fénix Club, estaba la confitería de Juan Muller y luego la mueblería de Antonio Volonté.

En 1898 Agustín Sorrenti inaugura la fábrica y venta de calzado, al poco tiempo de llegar de su Italia natal. Se especializa en la fabricación de botas para hombres, logrando rápidamente un prestigio en la región centro y sur de la provincia, por la calidad de sus productos comparable a las principales fábricas del país.

Casa Sorrenti

En la esquina de Urquiza y Alsina, se ubicaba la talabartería de Germán Fousat. En Alsina y Uruguay (actual sede del club Alumni) el almacén de los señores Usategui y Lourtet. Enfrente tienda La Economía de Juan Pita, lugar que luego ocupó el cine bar El Edén y posteriormente el almacén de Bernini y Cía. El almacén, tienda y acopio de frutos del país llamado La Pampa, de Vicente Liuci, se ubicaba en Chacabuco y San Juan. La farmacia Bonet estaba en Chacabuco y Uruguay, en la otra esquina se ubicaba el Hotel El Sol de Juan Vergara.

En Almirante Brown y Urquiza el almacén y tienda de Ángel Zibecchi y al lado el Colon Chico, una confitería y bar de José Beretta, quien además era propietario del Hotel Colón, ubicado en la esquina de Urquiza y Maipú. En Urquiza entre Chacabuco y Alsina la Farmacia Española de N. Lara, luego de Cesar Bayón y finalmente de Francisco Espina. En la actual Zibecchi y Alte. Brown la carnicería de Martín Tibelli y luego la sastrería de Alfredo Jiménez.

La fonda de Juan Inchausty, llamada “San Juan”, estaba en Almirante Brown y Sgto. Cabral, luego pasó a ser el Hotel “La Eslava” de don Venancio Galain, siendo el primer establecimiento con duchas individuales y agua caliente; contaba con 11 habitaciones y salón comedor que daba sobre Sargento Cabral. También entrada de carruajes y las caballerizas. El hotel estuvo abierto hasta la década del 30. Posteriormente fueron propietarios Juan González, los hermanos Pedro y Vicente Di Nizio en 1937 (con el nombre de Hotel Colón), y los hermanos Yazigy que pusieron allí el almacén “El Sirio”. Enfrente se ubicaba la fonda de Andrés Bellagamba, que luego fue el Hotel Argentino.

Almacén El Sirio de los hermanos Yazigy

En Maipú entre Urquiza y Uruguay el hotel XX de Septiembre de Antonio Cardani (años mas tarde se traslada a la actual Libertad y Suipacha con nuevo propietario). Sobre Antártida Argentina y 25 de Mayo, se ubicaba la cancha de pelota paleta de N. Rulé, después se instaló el Hotel España.

En Libertad y Pumará Barraca de José Rivas; después de Carelli y Brazzola. En Alsina y Gral. Paz Almacén de Juan Di Nillo. La esquina de Chacabuco y San Juan, carpintería de Fiscalini, luego de Antonio Capellano. Sobre Chacabuco, entre Uruguay y San Juan, café y billares “El recreo” de Angel Bassi. Ituzaingo y Alsina, carpintería de Antonio Bobbia. En 25 de Mayo y Zibecchi, Herrería de Juan Ducós, luego fue carpintería Cittadini.

 En la actividad comercial de entonces se recuerda a Don Marcos Asurabarrena y su fonda, de amplio prestigio –ubicada en la actual esquina de Alte Brown y C. Zibecchi-. Su casa jamás le exigió cuentas a sus clientes, pagó o no pagó siempre estuvo con toda franqueza libre la entrada. Su natural bondad y generosidad le conquistaron las más amplias simpatías y dondequiera que un juarense llegaba encontró alguna persona que recordaba a don Marcos con alegría y satisfacción.

Panadería El Molino

Una de las primeras panaderías del pueblo la instala Pompeo Proverbio, propietario del “Molino a Vapor y a Viento”, con el nombre de “Universo”. Tras su fallecimiento en un accidente ferroviario en 1887 se hace cargo don Hilario Ferro que le pone el nombre de “El Molino”, para en 1909 venderla a Manuel Ferro, Tomas Prada y José Cerda, los que la denominan “La Espiga de Oro” de la que en adelante se hace cargo la familia Prada, en la avenida Urquiza entre Chacabuco y Maipú, manteniéndose en la actualidad en el mismo rubro aunque con nuevos propietarios.

La industria cervecera contó con dos fábricas de cerveza en forma tal vez rudimentaria, pero funcionaron, entre ellas “Los Alpes” (región europea de donde provenía Dionisio Guglielmetti, uno de sus fundadores) que giraba con el rubro Sociedad Guglielmetti, Giansetto y Penzin en 1898, fecha en que Rafael Lioi ingresó como dependiente y al año siguiente en carácter de socio – habían desertado de la firma los señores Guglielmetti y Penzin- e integrándose la sociedad Giansetto y Cia. Los Alpes. En 1913 se retira el último socio fundador y permanece don Rafael Lioi al frente de lo que será la fábrica de soda de la familia que fue la más importante proveedora en la ciudad. También existió la fábrica de cerveza de Zacarías Rigoni, ubicada en la calle San Antonio entre Gral. Paz e Ituzaingó. Los primeros molinos a vapor del sur de la provincia se instalaron en Juárez. Fueron ellos, el de los señores Lenzi y Frigerio y el de Pompeo Proverbio.

Casa Zibecchi

En los albores de la fundación de Juárez aparecen en el escenario los hermanos Luís, Ángel y Cayetano Zibecchi. En 1875 Ángel y Cayetano fundan la casa comercial de primera línea que lleva sus nombres. Un violento incendio destruyó completamente su edificio y mercaderías, debiendo ser prácticamente construido nuevamente. En el giro de su firma tuvo transformaciones siempre bajo el mismo distintivo de Zibecchi. Fueron incorporados a la firma Don Alfonso y Bernardo Taglioretti. Pasaron por sus dependencias Urbano Fernández, José y Pedro Travella, Ambrosio Speroni, Pedro Belhart, José Gioja y Antonio Castelli.

En la fotografía tomada en 1914, frente a Casa Zibecchi, a la derecha observamos la Armería de Francisco Gatto.

Almacén “La Perla

Corría el año 1877 cuando Agustín Reguera adquirió un modesto almacén al que denominó “La Perla”, en la esquina actual de Sargento Cabral y 25 de Mayo. Períodos de bonanza y prosperidad permitieron a sus fundadores hacer ampliaciones que llenaron las necesidades de una población en constante crecimiento. En el año 1900 se constituyó  la firma “Reguera, Alonso, De Andrés y Fernández”, formada por el señor Reguera y sus empleados , esta sociedad mercantil con breves entradas y salidas de socios incorporó en a los señores Victorino Fernández, Adolfo Rodari y Juan J. González. Estos dos últimos a partir de 1920 quedaron al frente de este negocio de Ramos Generales, característico de nuestra campaña en la que la clientela no solo encontraba el aprovisionamiento necesario sino el “banco” que financiaba la compra de herramientas de trabajo, sin otra garantía que la promesa de pago y la anotación en la clásica libreta.

Así se distribuía el comercio aproximadamente hasta 1900. Como detallamos existía un gran movimiento comercial en el pueblo por esos años. Muchos hoteles, fondas y comercios de distintos rubros son un indicador de esa intensa actividad.

Los almacenes de ramos generales, verdaderos emporios de cuanto se producía, desarrollaban un tráfico intenso, vendiendo y comprando todo lo que la campaña necesitaba y producía. Los créditos eran anuales y amplios, por elevados montos, desde luego bien calculados y con severas sobretasas. Espíritus suspicaces han repetido muchas veces la frase: Ah! si esas libretas hablaran…!

Los comercios grandes eran algo así como agencias bancarias, depositarios y custodios de dinero de ventas y ahorros con poco o ningún interés. Corrían los tiempos en que la palabra dada era un documento. Eran también en muchos aspectos asesores. Dueño de almacén de ramos generales era infaliblemente un estanciero en acción o en potencia en breve plazo. Formaron la otra categoría de estancieros, con mucha habilidad comercial ya que trasplantaron sus experiencias del mostrador a las estancias.

Almacenes “El Globo”

Fundada en 1895 por los señores Parada, Bereterbide y Cía., giró por algunos años bajo su rubro fundador destacándose como uno de los importantes comercios de Juárez. La firma comercial, años más tarde se transformó en Bereterbide, Sanllorenti y Cía. que a su vez dio origen a la razón social Sanllorenti Hnos. y Cía. Las firmas subsiguientes a la fundadora, fueron dando nuevos impulsos al desenvolvimiento comercial ampliando su campo de acción. Sannllorenti Hnos y Cía. se transformó en Llargués y Lérida que a su vez dio origen a la firma Isidro Llargués y Cía, la que a partir del 1 de enero de 1927 la integraron José Llargués, Aldo G. Basciano, Donato y José Mastrángelo, para finalmente desde septiembre de 1940, quedar constituida la firma Basciano, Mastrángelo y Cía. al retirarse José Llargués. Cabe señalar que en la gráfica se muestra la primera edificación de “El Globo”, la que fue modificada en el año 1931 por un local más amplio y sobre el cual se construyó el Centro Recreativo Democrático en la planta superior

El comercio en la campaña

Los vendedores ambulantes o “mercachifles” recorrían la campaña haciendo largas tiradas. Vendían generalmente por su propia cuenta y solían llevar en sus carros hasta cascos de vino. Estos esforzados comerciantes al por menor rindieron un señalado servicio a puesteros y peones de estancias, muchos de los cuales pasaban varios meses sin ir al pueblo.

Cayetano Cecilio, Cayetano Durante, Sabino Di Tada, Ángel D´Auro, Vicente Fittipaldi, Ramón Arias, Miguel Libonati, José Capello, Vicente Palomieri (alias Chipino), fueron vendedores de estas características. Precisamente Chipino fue el último vendedor con “cargueros”, lo que significaba llevar la mercadería en las alforjas del caballo, por no tener un carro, al que luego pudo acceder.

1915: Fermín Duarte transporte de cereales

Los carros eran los de estacas, de tres y más estacas, los hubo hasta de 14 que establecían la medida. Sucedieron en el transporte rural a las carretas abiertas y a las con techo (de castillo). Constituyen una etapa en la evolución comercial de fines y de comienzos del siglo XIX; eran un espectáculo cuando venían cargadas de lanas; con sus tiros de  diez, doce y catorce caballos, que el conductor emparejaba con singular maestría, valiéndose de sus diestros “cadeneros”, el juego de riendas y el largo látigo con el cual tocaba con precisión y suavidad a los remisos, acompañando las voces de mando con los nombres peculiares  que distinguían sus caballadas y circulaban por campos, cortadas y malos caminos, concentrando en la población los productos de la riqueza agropecuaria. Los carros fueron reemplazados por las chatas que agrupadas formaban como aquellas “tropas” a las cuales adjudicaban sus propietarios, muchos nombres femeninos. Estaban siempre bien cuidadas y pintadas ya que habían comenzado a sentir la influencia del transporte automotor. Las chatas quedaron definitivamente relegadas después de 1933, cuando se concretan las grandes carreteras en la región. 

Esquinas de campo

Las esquinas de campo, avanzada del comercio, tenían su radio de acción por motivos de movilidad; las que estaban en el cruce de los caminos más transitados eran obligadamente punto de parada y descanso. Los domingos, lugares propicios para las reuniones, carreras cuadreras y otros juegos, especialmente de naipes a los cuales es tan propenso el criollo. La mayoría de estas esquinas tenían gran capital, eran almacenes de ramos generales, reunían sus características y tenían de todo.

En dirección a Azul, ubicamos la esquina de San Juan, El Luchador y La Nutria de Balbuena. Rumbo a Laprida: La Verbena, La Rodada, El Destino y La Argentina de Manuel Suárez. En dirección a Pringles: La Sortija, de Gutiérrez, Pérez y Cia.; El Sauce de Saturnino Saintout y El Poleo de Lafont. En estancia Alzaga Casa Alen de José Maria Alen y luego de Simón Bayugar; La Moderna y El Recreo de Gandarias, en los campos de Lastra. En dirección a La Tinta, El Infierno de Cilera; hacia el lado de Vela, El Porvenir de Juan Roo, La Víbora de Juan Solan Borthiry y La Carda de Chayer. En la costa del Pescado, la vieja esquina de Chapar.

"El Poleo" de Lafont

Las "esquinas" fueron perdiendo vigencia a medida que se extendieron los pueblos a lo largo del ferrocarril, "su verdadero enemigo". La fundación de pueblos junto a las vías hacía que la gente se decidiera a acercarse a ellos para realizar sus compras, las que por lógica conseguían hacer a mejores precios. Sin dudas el pueblo ofrecía otras ventajas al margen del aprovisionamiento; la relación con otras personas; salones de reunión y la estación del tren, un lugar de increíble atractivo donde se desarrollaba gran parte de la vida social de los lugareños.

 

 


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