Las lindes del desierto se guarnecieron con algunos fortines y con tropas distribuidas en una larga línea ideal que un poco pomposamente se llamaba línea de frontera. Después de San Antonio de Iraola y como una respuesta a la necesidad de hacer pie en un territorio dominado por los indios, el gobierno resuelve instalar pequeñas guarniciones, y es así que en nuestro distrito se construyen cinco fortines, y tres “fortines-postas”, que se suman al cantón San Antonio.
FORTÍN OTAMENDI (BARRANCOSA)
En tierras de
nuestro partido, en la zona de Tedín Uriburu, en el año 1854 se estableció el
Fortín Barrancosa, a
El asentamiento tenía
una extensión de
El fortín
Barrancosa, cambió de nombre por “Teniente Coronel Otamendi”, conforme a lo
resuelto en el acuerdo de fecha 23 de octubre de 1858, del Departamento de
Guerra y Marina, como homenaje al mártir del combate de “San Antonio”.
El
número de fuerzas regulares para custodiar la frontera era escaso, al igual que
los recursos destinados al mantenimiento de los fuertes. Por esa razón, los
pobladores de la campaña participaron en el servicio de las armas y aportaron
recursos económicos al sostenimiento de la defensa contra el indio. Los
fortines y las guardias fronterizas se diferenciaban de los fuertes por ser los
pobladores quienes se constituían en milicia y sostén de los mismos.
Fue una verdadera
epopeya la de soldado fortinero, no demasiado reconocida en
Estudio del Fortín Otamendi
Un estudio reciente,
realizado por el doctor Facundo Gómez Romero, del Departamento de Arqueología
Prehistórica de
"Lo que
encontramos atañe a lo más profundo de la argentinidad. Estamos ante un gaucho
más globalizado de lo que creíamos, lejos de la figura de aquel sentado en una
cabeza de vaca, comiendo un churrasco sobre una galleta con su facón",
explicó Romero.
“Bolas de boleadoras
e instrumentos para cortar tipo raederas, les dieron a Romero y a su equipo los
indicios de que el fortín fue un espacio de simbiosis cultural, en el que el
gaucho y el indio compartían "un espacio de confluencia, más que un centro
de avanzada de la impoluta civilización blanca europea". Y un espacio de
globalización: allí se encontraron fusiles franceses que datan de las campañas
de Napoleón, en Egipto; es decir, que cuando los usaron, ya tenían más de un
siglo de antigüedad”.
"La imagen del
vestuario y las armas del fortinero tipo era muy esquemática, presentaba un
soldado con su uniforme reglamentario, su quepis y
Romero destaca que los
libros de historia actuales y los tradicionales sobre la época no hablan acerca
de los fortines como lo que eran, "una especie de cárcel", que
controlaba la mano de obra disponible en las pampas y enseñaba hábitos
capitalistas de trabajo.
En documentos
oficiales del Archivo General de
Un segundo estudio
arqueológico, también encabezado por Facundo Gómez Romero, sobre los restos
fósiles hallados en el Fortín Otamendi, permite ahondar más en la investigación
de la dieta de los fortineros que allí moraban.
“El material
recuperado - dice el informe- es semejante al que hemos podido extraer en las
excavaciones del cercano Fortín Miñana: además del material faunístico se
recuperó loza, gres cerámico, vidrio, objetos metálicos y objetos líticos
tallados. Este último dato, 150 objetos líticos entre los que hay raederas y
raspadores, fue en principio sorprendente puesto que en ninguna de las fuentes
se registra ni su fabricación ni su uso.
Ello es coherente
tratándose de un asentamiento militar; es decir, con una tecnología industrial
proporcionada por un abastecimiento oficial desde los lugares de producción
metropolitanos. Además, entre el material vítreo hay importaciones europeas
–botellas de ginebra holandesas o británicas- y producción de industria
argentina. En Otamendi además, hay constancia tanto de la producción de
instrumental lítico, como de su uso en el trabajo de la madera y el cuero”.
“Existe cierta
información útil en varias fuentes escritas de viajeros y en registros oficiales
que hacen referencia al consumo animal en los fortines”.
“En las primeras,
-agrega el estudio- se destaca indefectiblemente la necesidad del habitante del
fortín de completar la dieta del aprovisionamiento oficial. Así se relata que
completaban la dieta con carne procedente de la caza: avestruces y aves en
general, ciervos, vizcachas, liebres, incluso de la caza de zorros, zorrinos, y
además se habla de que en casos extremos se practicaba el consumo de carne de
caballo o de perro. Los registros oficiales del Ejército Nacional se refieren
al suministro de una res de vacuno diaria para cada cien hombres”.
“En el Fortín
Otamendi hemos observado que la oveja es la categoría representada por el mayor
número de restos óseos, seguida por el buey.
Entre las señales
posteriores al consumo humano también se ha observado en dichos restos
mordeduras de carnívoros, que hemos identificado como probablemente de perro;
así como marcas de dientes de roedores. Este indicio es interesante porque nos
documenta la convivencia con el perro. Las fuentes que describen la vida en el
fortín se refieren siempre a la presencia de estos animales en asentamientos.
Por otro lado, se
han podido identificar marcas de procesado dejadas por utensilios de metal
(hachas, machetes y cuchillos). Se trata casi siempre de marcas de corte
contundentes y no se registran, marcas producidas por objetos líticos. Esto
implica que a pesar de existir instrumental lítico y a pesar de la existencia
de un decreto militar, con la prohibición de usar cuchillos metálicos en el
interior de los fortines para evitar peleas sangrientas, el faenado de los
animales se realiza de forma habitual con el instrumental mas adecuado”.
“También se ha
apreciado la abundancia de huesos quemados en su totalidad, con lo cual se
podría alimentarla hipótesis de su utilidad como materia de combustión.
Todo ello, si
tenemos en cuenta la escasez de árboles existente en la zona y la reiterada
mención en las fuentes escritas de la época: “En medio de la pieza ardía un
fuego bastante fuerte que despedía mucho humo y un olor desagradable. Me
acerqué y vi que el fogón estaba alimentado por una mezcla de osamentas de
animales y sebo... Echaron otros huesos al fuego...” (Henri Armaignac, 1874),
parece aproximarse más a la realidad existente dicho supuesto que a cualquier
otra causa”.
“Según se deduce de
los datos oficiales, el consumo de carne suministrada era exclusivamente de
ganado vacuno. Sin embargo, el análisis de los restos faunísticos del
yacimiento indica que esto es falso ya que hemos documentado otros mamíferos
domésticos, entre los cuales destaca la oveja, que es la especie más abundante.
También se ha documentado restos de animales salvajes: armadillos y vizcachas
en mayor número de restos, así como aves”.
“En Fortín Otamendi,
el ganado vacuno, que debería ser oficialmente el aporte energético prioritario
para la guarnición según relatan las fuentes oficiales, es escaso y sólo
llegaban al fortín como mucho el 50% de las reses, según este estudio
preliminar.
Las vacas, o se quedaban por el camino en las estancias de los jefes militares o nunca salían, quizá se perdían, o los proveedores las cambiaban por ovejas (la especie más consumida en Otamendi, con 44 % de los restos identificados) beneficiándose con esta operación”.
Otras guarniciones
Un importante
trabajo de investigación de Pedro Thill y Jorge Puig Doménech, da
interesantísimos detalles de estas guarniciones en todo el territorio de la
provincia. Y en el caso de nuestro distrito aporta información prácticamente
desconocida por los juarenses.
En el Archivo Histórico de Geodesia de la provincia, consultamos esta investigación de Thill y Puig Doménech, de la que obtuvimos la siguiente información:
Fortín Calilun Kul
Si bien no existen
antecedentes en cuanto a la fecha de su construcción, este Fortín, que también
se lo denominaba como Culinlancul o Gualinancul según las constancias
cartográficas de las mensuras, aparece en el año 1865, perteneciendo a la
frontera Sur que estaba a cargo del Sargento Mayor Álvaro Barros. El origen del
nombre provenía de la laguna y lomadas homónimas Kalilun Kul, en araucano es
“faldeo de lomada” o “lomada muy suave”.
El Fortín estaba
ubicado en cercanías del actual límite con Gonzáles Chaves entre la laguna y las
lomadas señaladas. Por entonces las tierras pertenecían, en
Fortín “Cinco
Lomas”
El 29 de octubre de
1858, el Jefe de
En diciembre de 1858, el Prefecto Juan Elguera informaba al Ministro Zapiola, que el fortín mencionado estaba con sus edificaciones en buen estado. Además de nombrarlo Cinco Lomas de Lara, por ser Ramón Lara el propietario del terreno, se lo conocía con el nombre de Laguén-có o Lagüencó, que significa en araucano “aguada de propiedades medicinales”. Estaba ubicado a seis mil metros al oeste del arroyo Cinco Lomas sobre los médanos o cerrilladas, en el cuartel 5º de nuestro partido, en la propiedad de Elvira Urioste de Gómez Molina en 1894 y 1940 y de Juan Kissling en 1989.
Fortín “11 de
Septiembre” o “Pescado”
En agosto de 1858,
el Comandante de
Por otra parte Rivas solicita al general Zapiola 20 carpas para la tropa y 4 para oficiales a fin de alojar al personal hasta que se construyeran las cuadras y habitaciones correspondientes. En sus comienzos se lo llamó Fortín “Pescado”, por estar en inmediaciones del Pescado Castigado, pero luego pasó a llamarse “11 de Septiembre” en conmemoración de la asonada que en 1852 derrocó al gobernador delegado de la provincia de Buenos Aires, General José María Galán, impuesto por el General Urquiza.
El Fortín estaba ubicado sobre el arroyo Pescado Castigado, al noreste, en el cuartel 3º de nuestro partido, sobre la propiedad de Nicolás, Rosa, Juan y José Lastra en 1865, herederos de José Lastra en 1891, Héctor y J. B. Chayer y Ducasse en 1940, y Los Corrales S.A. en 1989.
Fortín “Rivas”
Cuando el gobierno
divide la frontera en cuatro departamentos, en mayo de 1860, el Sud quedó a las
órdenes del Coronel graduado Ignacio Rivas. Entre 1860 y 1865 se instala el
fortín “Rivas”. Su nombre tiene que
ver con el del mencionado militar quien después de batirse en Caseros contra
Rosas, sirvió a las ordenes de Mitre en Cepeda y Pavón, participó en la guerra
del Paraguay y fue Comandante de
La guarnición estaba
ubicada a
Fortín-Posta
Los autores de este interesante trabajo sobre los fortines, incluyen lo que denominan “Fortín-Posta”, afirmando que el 5 de agosto de 1866, el jede de Frontera Sud, teniente Coronel Antonio López Osornio informó al comandante general de armas, que había establecido cinco postas entre Tres Arroyos y Tandil, para facilitar la correspondencia, dada la necesidad que los despachos llegaran a destino con relativa rapidez, con motivo de los movimientos de los indios. Las postas fueron situadas en “Manantiales”, “Toscas”, “Quinto”, “Sauce” y “antes de llegar a lo de Buteler”. Las tres últimas pertenecen al partido de Juárez. En cuanto a su construcción, era un pequeño montículo con un rancho, rodeado por un foso.
“Quinto” se ubicaba
entre los cuarteles 3º y 4º; “Sauce” estaba en el cuartel 4º a pocos kilómetros
del actual ejido urbano en dirección este hacia Barker; el paraje era conocido
con esa denominación que después adoptó la familia Udaquiola para el nombre de
la estancia principal. Finalmente el fortín-posta que no tenía nombre y se lo
identificaba como Antes de llegar a lo de Buteler, estaba en el cuartel 12º,
muy cerca del límite con Tandil, detrás de las sierras de Barker.
No hay comentarios:
Publicar un comentario