Una figura de
relieve que ha permanecido en la penumbra de nuestra historia regional, a pesar
de una amplia foja de servicios, fue la del Coronel Narciso del Valle, el
primer poblador de las tierras del partido de Juárez. Era propietario de una
estancia en cercanías de la sierra La Tinta, la que también era utilizada como
asentamiento militar.
Fue un hombre
muy valorado por Juan Manuel de Rosas, lo nombró su edecán y luego requirió sus
servicios por ser un gran conocedor de las fronteras.
Nacido en Santa
Fe de la Vera Cruz en 1794, se inició como soldado en el Batallón de Infantería
de Entre Ríos. Hizo una carrera vertiginosa y ascendente en su provincia y a
partir de un tratado, entre los gobernadores de Entre Ríos y Buenos Aires en
1823, integrando el regimiento de caballería “Húsares de la Muerte” llega a
Buenos Aires. El escuadrón marchó a la zona donde se concentraban las fuerzas
con las que iba a iniciar su última campaña a nuestra región, el General Martín
Rodríguez.
En cercanías de
La Tinta, tenían sus tolderías los caciques Calfiao y Cañuante (cuya presencia
atestigua el Corral de Piedra en la estancia La Siempre Verde), quienes en
1829, planeaban un levantamiento que fue reprimido por el coronel Del Valle al
atacar por sorpresa a los indígenas infligiéndoles una grave derrota, en la que
Calfiao pudo escapar gracias a su caballo, que era realmente extraordinario.
Estas acciones
hicieron que emigraran las tribus indígenas de la zona y allí tomó posesión Del
Valle, quien se establece particular y militarmente en lo que se llamó “La
Tinta” o “Colonquelú”, luego llamado “Calangeyú”, que significa en araucano
“donde hubo otra muerte”, en éste caso la matanza del año 29, para distinguirlo
del arroyo Langeyú, en cuyas márgenes fue exterminada en 1820, una de las
tribus radicadas en cercanías.
La certeza sobre
la propiedad de Del Valle la respaldan los documentos que la nombran como límite
al delinearse el partido de Lobería, del
que fue fundador. Otro documento señala que en febrero de 1838 Pedro José Vela
transfiere a Remigio Islas y Narciso del Valle la mitad del terreno que posee
en La Tinta”, ubicado entre los arroyos “Las Calaveras” y “Calangueyú”. En 1838
Del Valle compra ese campo y en una mensura de 1858 aún aparece con su nombre.
Después de Del Valle pasó a Julián Islas y luego a Ortiz. Hoy es la estancia
“San José” de La Tinta que pertenece a la familia Santamarina, en Barker.
Del
Valle era considerado uno de los militares “duros” que actuó en épocas en que
la arbitrariedad era norma impuesta a los subalternos. Fue discutido y
calificado duramente por la pasión partidista de los adversarios.
Sentía
la presión permanente de Juan Manuel de Rosas que le ordenaba “perseguir y
acuchillar a muerte a los indios ladrones”. Se forjó en las duras leyes de
aquella época de sangrientos entreveros y horrorosos cuadros de poblaciones de
campaña arrasadas, con sus moradores bárbaramente ultimados. Es lamentable que
la guerra contra los aborígenes haya sido implacable. Puede disentirse, si fue
el indio o el cristiano a quien ha de culparse ese inhumano sistema.
Del
Valle fue un incondicional de Rosas, y sirvió a sus propósitos. Pero cuando lo
envía salir al mando de la tropa que debía apostarse sobre el arroyo Cristiano
Muerto, ofreciéndole a cambio el ascenso a General, con su salud ya resentida
le confiesa a su esposa: “…este pícaro me manda al desierto a morir”.
El
Coronel Narciso Del Valle, en medio del desierto y en pleno escenario de sus
hazañas, muere el 6 de agosto de 1849.
Julio,gracias por adentrarnos en esta parte de la Historia lugareña
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