El incendio de la Iglesia
Nuestra Señora del Carmen, ocurrido el sábado 15 de febrero de 1930, había
impresionado dolorosamente a todo el vecindario. El periódico Tribuna afirmaba
que “Las causas de tan desgraciado suceso siguen veladas por el misterio”, (…)
“el ígneo elemento, ha destruido nuestra iglesia, sin que hasta ahora la
dolorosa impresión de la comunidad haya encontrado razón explicable a tan
desgraciado suceso”. Las más de mil personas que asistieron al espectáculo
destructor que arrasó con el templo, no encontraban explicación alguna.
El cura no estaba en la ciudad en el momento
del incendio. Santiago Trelles ese día había emprendido viaje a la capital y en
Las Flores fue enterado del suceso.
Se barajaban un montón de hipótesis, a cuál
más descabellada. “Nueva Era” de Tandil decía que fue una mano criminal la
autora del siniestro, que fue Trelles quien hizo correr esa información, por lo
que se le reclamaba al Comisario que indague al cura. Otra versión señalaba que
el pésimo estado de la Usina, podría haber sido el motivo ya que una sobrecarga
en la iluminación del Prado Español, que hacía romerías esa noche, provoca
corto circuitos y estos podría haber ocurrido en el templo. El periódico “El
Nacional”, denunciaba que el incendio no fue casual culpándose a “un ex vecino
de este pueblo, el cual, desde su residencia actual, maneja un grupito de
personas, algunas pertenecientes al partido personalista y otro a un
establecimiento católico local”. También se hacen cargos a la policía a quien
se acusa de tener temor de investigar para que no aparezca “algún culpable que
no le conviene”. Para los socialistas, el cura era el responsable, “porque no
tiene sacristán para evitar pagar un sueldo y dejó la iglesia “a cargo de un
chiquilín de 12 años a quien, ni le dará para un par de botines”.
Ese chiquilín que cumplía la
tarea de monaguillo, era Dionisio Barnetche, (Nisio” para los amigos) quien, a
mediados de la década del 80, declara en el diario El Fénix: “a la iglesia la
quemé yo”. La entrevista la hace José W. Cardoso, gran difusor por entonces de
la historia de Juárez. Cuenta este vecino que el día del incendio Trelles
viajaba a Buenos Aires y él quedó a cargo de la Iglesia. “La macana me la mandé
yo, -dice- resulta que encendí las velas y después tenía que apagarlas… y me
olvidé una grande que estaba muy cerca de las cortinas, cuando esta se
consumió, cayó sobre ellas y ahí empezó todo...” También dice que el intendente
Apestegui envió un coche, conducido por Pedro Testani, para traer a Trelles
desde Las Flores. Según esta versión, el fuego, que quemó bancos, muebles, los
cuatro laterales y el altar mayor, se extinguió a las 10 de la mañana del día
siguiente. No había bomberos, era cuestión de esperar que se apague solo.
La versión aparece cincuenta años después y
nunca se comentó en su momento. El periódico “El Ideal” del Cura Trelles, publica
su mensaje de una manera muy particular: “Se ha quemado nuestra iglesia
Parroquial, -dice- no quedando en ella ni un pañuelo para enjugar nuestras
lágrimas. ¡Loado sea Dios! Si, como dicen los libros santos, Dios saca de los
grandes males, grandes bienes, ¡no podemos por menos de bendecir su Divina
Providencia y conformarnos jubilosos sus inescrutables designios! Por lo pronto,
no todo se ha perdido, desde el momento que permanece de pie lo que más vale:
la torre, y sobre la torre la cruz, símbolo de redención de la humanidad y de
fe.” … Una elegante manera de ponerlo a Dios como partícipe necesario del
trágico suceso. -
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