La vida de los próceres o personas
destacadas que han merecido una escultura para ser recordados a través del
tiempo, no es tan estática como se supone. Muchas veces van de un lugar a otro,
por razones distintas. Tal vez nuevas construcciones, momentos políticos,
cuestiones urbanísticas, deterioro del material u otras circunstancias que
explican las motivaciones de esos movimientos. No es mi intención una crítica,
porque seguramente todo tiene su justificación. El busto de Pumará que estaba
en los jardines del frente del municipio, lo llevaron a una plazoleta. Al busto
de San Martín que estaba en la avenida que lleva su nombre frente a la plaza, lo
trasladaron a la escuela n°1.
Lo que pretende ser una simple
observación anecdótica, no más que eso, tiene que ver precisamente con el “Santo
de la espada” que tuvo también su monumento en los jardines de acceso al Club
Juarense y que fuera inaugurado en 1950, como lo muestran las imágenes. En 1972
convivía el monumento del General junto al de una pelota de fútbol. Pero el
tiempo pasó y seguramente por alguna de las motivaciones que enumero al
comienzo, el General San Martín terminó su temporada en el club, porque ya
había firmado el pase a la inmortalidad. Cuando un prócer se va, queda un
espacio vacío y qué mejor que homenajear a la pelota de fútbol, símbolo de la
disciplina que le trajo muchas satisfacciones a la institución rojinegra.
Los tiempos cambian y el tributo a
la pelota de fútbol, que no se mancha… se “pinchó”, transformándose hoy en el
escudo de la centenaria y prestigiosa institución rojinegra.-
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