Si nos miramos
en el espejo de la historia empezamos a encontrar los motivos que en distintos
ámbitos nos trajeron hasta aquí.
La policía de la
Provincia de Buenos Aires, la “mejor policía del mundo” o la “maldita” policía,
arrastra una historia que mezcla los buenos con los malos, las buenas y las
malas prácticas que desde hace más de un siglo no se corrigieron… solo se
actualizaron.
En setiembre de
1930 los Conservadores llegaron al poder mediante el fraude electoral a partir
del derrocamiento de las autoridades constitucionales.
Estos tiempos distaban mucho de ser políticamente estables. Las disputas entre
facciones, las proscripciones y persecuciones políticas implementadas requerían
de un aparato de control que tenía en la policía a uno de sus pilares. Este
control era articulado y ejercido territorialmente, por lo que las policías de
cada jurisdicción desarrollaron una gran autonomía, contando con la protección
política de los caudillos conservadores locales. Mientras tanto, a nivel
provincial, se sucedían los jefes de policía sin poder estabilizarse en sus
cargos y actuar más allá de la coyuntura diaria.
Entre septiembre de 1930 y abril de 1935 la policía bonaerense tuvo once jefes con un promedio de duración de cuatro meses en sus puestos.
El número 11 fue Pedro Díaz Pumará quien, por su trayectoria política, pertenencia y experiencia de más de 30 años en el poder, es elegido por el Gobernador Federico Martínez de Hoz como jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Cargo difícil de ejercer ya que mostraba una gran inestabilidad, en virtud de políticas erráticas del Gobernador.
El compromiso que asumía Pumará, en
febrero de 1935, era peligroso porque las fuerzas policiales estaban preparando
una revuelta que, a poco de asumir, se materializa con la toma de la sede
policial. Simultáneamente, una maniobra del propio partido del Gobernador sobre
todo el ala nacionalista, irrumpen en su despacho y falsifican una renuncia,
que Martínez de Hoz no firmó. Le cuestionaban la directiva de encaminar el
proceso a unas elecciones limpias.
Jefes, oficiales y agentes de la repartición policial que estaban integrados con el hampa que manejaba el juego y la prostitución, detienen a Pumará en el marco del amotinamiento. El hecho adquirió proporciones inusitadas, se transformó en escándalo a nivel nacional, lo que concluyó con la reasunción del gobernador y la libertad de Pumará que vuelve al frente de la Jefatura. La situación era insostenible en el tiempo y finalmente meses más tarde, se produce el cambio de gobierno, renunciando Martínez de Hoz y Pedro Díaz Pumará, que retornó a sus intereses en Juárez no sin una profunda desazón, que, se dijo, fue el origen de su fallecimiento en abril de ese año. Tres meses después se produce el deceso de Martínez de Hoz.
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