La inserción de los
colonos luxemburgueses en el año 1889, en el partido de Juárez, trajo varias
polémicas sobre el funcionamiento de esa comunidad, que se autoexcluìa de
las leyes locales.
Cabe recordar que Rómulo
Ayerza, casado con María Jacobé Iraola, financió la radicación de una colonia
de chacareros luxemburgueses en los campos de San Antonio en nuestro partido.
Esta inmigración fue preparada, en Buenos Aires, con la intervención de un
obispo luxemburgués un año antes. El grupo de colonos, integrado por 45
familias, llegó al país en marzo del 89 siendo trasladados en tren y hasta la
estancia en carros.
Ayerza, un
prestigioso ingeniero, era por entonces propietario de 16 leguas de campo,
divididas en cuatro estancias, siendo una de ellas San Antonio, lugar de
asiento de la colonia, en las inmediaciones de la laguna cercana al ejido de la
ciudad.
El ingeniero Ayerza,
pagó todos los gastos. Se construyó una pequeña iglesia en la que oficiaba un
sacerdote luxemburgués. Se sembró trigo y para la trilla ya había cuatro
trilladoras grandes. En pocos años se había producido un extraordinario avance
de la mecanización.
Al margen de los problemas económico que hicieran fracasar la experiencia, el periódico El Fénix, denunciaba irregularidades en esa comunidad, de la que aparentemente eran víctimas los colonos.
La presencia de
estos inmigrantes está documentada en el archivo parroquial, donde constan los
fallecimientos, en los años 1889 y 1890, de niños en San Antonio cuyos
apellidos marcan su origen, tal el caso de Eugenio Hansen (2 años), Juan J.
Shumacker (1 año), Matías Pleimling (6 meses) y Margarita Kraemer (14 años).
El Fénix se hacía
eco de algunos inconvenientes sobre la inserción de los colonos en la comunidad
local. “Parece que los luxemburgueses de la colonia San Antonio -decía en su
edición del 25 de julio de 1889- han llegado a olvidarse que se encuentran en
el país argentino y que deben acatamiento a sus leyes y subordinación a sus
autoridades”.
“En distintas
ocasiones se ha desconocido en dicha colonia la autoridad local llegando hasta
el extremo en una de ellas de haber sido expulsado por el mayordomo de dicho
campo, el oficial de justicia que por orden superior se trasladó a la colonia a
notificar a uno de sus habitantes. A más de esto se nos ha comunicado que los
referidos colonos, creyendo tal vez que su pequeña agrupación de viviendas
forma un estado independiente del resto del país, solo acatan el gobierno de un
árbitro o capellán que los acompaña haciendo caso omiso de nuestras leyes y
ordenanzas”.
El periódico también
cuestionaba “que con los miembros de dicha colonia se cometen abusos y se
llevan a cabo explotaciones que reclaman la intervención de la autoridad
competente” (…) “se les impone como obligación el cultivo de
La buena fortuna no acompañó a este ensayo y la iniciativa de Ayerza, terminó al año de iniciada, con la dispersión de los colonos que eligieron otro camino para desarrollar su actividad en libertad.-
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