17 may 2023

Colonia Agrícola: ¿Una “embajada” con leyes propias y una “farsa religiosa”?

 


La inserción de los colonos luxemburgueses en el año 1889, en el partido de Juárez, trajo varias polémicas sobre el funcionamiento de esa comunidad, que se autoexcluìa de las leyes locales.

Cabe recordar que Rómulo Ayerza, casado con María Jacobé Iraola, financió la radicación de una colonia de chacareros luxemburgueses en los campos de San Antonio en nuestro partido. Esta inmigración fue preparada, en Buenos Aires, con la intervención de un obispo luxemburgués un año antes. El grupo de colonos, integrado por 45 familias, llegó al país en marzo del 89 siendo trasladados en tren y hasta la estancia en carros.

Ayerza, un prestigioso ingeniero, era por entonces propietario de 16 leguas de campo, divididas en cuatro estancias, siendo una de ellas San Antonio, lugar de asiento de la colonia, en las inmediaciones de la laguna cercana al ejido de la ciudad.

El ingeniero Ayerza, pagó todos los gastos. Se construyó una pequeña iglesia en la que oficiaba un sacerdote luxemburgués. Se sembró trigo y para la trilla ya había cuatro trilladoras grandes. En pocos años se había producido un extraordinario avance de la mecanización.

Al margen de los problemas económico que hicieran fracasar la experiencia, el periódico El Fénix, denunciaba irregularidades en esa comunidad, de la que aparentemente eran víctimas los colonos.

La presencia de estos inmigrantes está documentada en el archivo parroquial, donde constan los fallecimientos, en los años 1889 y 1890, de niños en San Antonio cuyos apellidos marcan su origen, tal el caso de Eugenio Hansen (2 años), Juan J. Shumacker (1 año), Matías Pleimling (6 meses) y Margarita Kraemer (14 años).

El Fénix se hacía eco de algunos inconvenientes sobre la inserción de los colonos en la comunidad local. “Parece que los luxemburgueses de la colonia San Antonio -decía en su edición del 25 de julio de 1889- han llegado a olvidarse que se encuentran en el país argentino y que deben acatamiento a sus leyes y subordinación a sus autoridades”.

“En distintas ocasiones se ha desconocido en dicha colonia la autoridad local llegando hasta el extremo en una de ellas de haber sido expulsado por el mayordomo de dicho campo, el oficial de justicia que por orden superior se trasladó a la colonia a notificar a uno de sus habitantes. A más de esto se nos ha comunicado que los referidos colonos, creyendo tal vez que su pequeña agrupación de viviendas forma un estado independiente del resto del país, solo acatan el gobierno de un árbitro o capellán que los acompaña haciendo caso omiso de nuestras leyes y ordenanzas”.

El periódico también cuestionaba “que con los miembros de dicha colonia se cometen abusos y se llevan a cabo explotaciones que reclaman la intervención de la autoridad competente” (…) “se les impone como obligación el cultivo de 100 hectáreas de tierra, cuyo producto bien acondicionado en bolsas tienen que entregar al fraile, cura o capellán que sostiene entre ellos la farsa religiosa”. “Sabemos también –agrega El Fénix- que el cura de la colonia procede al bautismo de los recién nacidos manifestando a los colonos que no hay necesidad de acatar la Ley de Registro Civil en vigencia”.

La buena fortuna no acompañó a este ensayo y la iniciativa de Ayerza, terminó al año de iniciada, con la dispersión de los colonos que eligieron otro camino para desarrollar su actividad en libertad.-

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