17 jul 2022

TRELLES: LA EXPULSIÓN Y EL FINAL

 




El polémico sacerdote Santiago Trelles, por sus actitudes y comportamiento desde el primer día que llegó a Juárez, fue observado por la Curia que, a pesar de las presiones que existían pidiendo su traslado, recién en los finales de la década del 40 le dio otro destino. Cuando Trelles recibió la nota, la rompió furioso y gritó: “ A Trelles no lo saca nadie de Juárez salvo el Papa, y como el Papa me apoya, yo no cederé…!”. Y dirigiéndose al mensajero de la Curia, le espetó: “Márchese rápido de aquí…!”. El enviado del Obispado que trató de dialogar con él se retiró asustado.

No era un hombre de paciencia el cura Trelles. Tuvo que intervenir el Cardenal Santiago Copello, quien a través de Monseñor Lértora, trató de convencer al duro sacerdote. Pero Trelles, que se tuteaba con el mismo Perón, visitó la Casa Rosada y logró quedarse en el pueblo. Sin dudas todo un hombre para tomar posiciones.

En abril de 1951, ya se hablaba con insistencia del traslado de Trelles, pero pasó más de un año para que esto se concretase. Al Obispado siempre le había costado disciplinar al sacerdote de Juárez, quien sabiendo que se gestionaba su destitución, y como represalia suspendió la misa de Nochebuena en diciembre de 1952.

Las había hecho todas y aún más. La jerarquía eclesiástica después de treinta años se decidió a sancionar a Trelles. El 12 de enero de 1953 un decreto que firma Monseñor Antonio Plaza, “por la gracia de Dios y la Santa Sede Apostólica”, marca la remoción de Santiago Trelles de la Parroquia de Juárez.

El cura había violado demasiadas normas del Código de Derecho Canónico. Los considerandos señalan que el Obispo había hecho “paternalmente, la amonestación e invitación a presentar descargos o renunciar, a lo cual se contestó (al estilo Trelles) verbalmente con injurias y amenazas, y por escrito con dilatorias y razones juzgadas sin  consistencia ni seriedad”. Agregan que “invitado nuevamente a renunciar conminándole con la remoción con fecha 2  de enero de 1953, habiendo transcurrido el plazo de 10 días sin tener respuesta, demora que nos haría culpable del mal  que se ocasionaría a las almas y con el ánimo de proveer al bien espiritual de la feligresía”, se decreta la remoción de Trelles de la Parroquia de Juárez y mantiene en suspenso “a Divinis” (lejos de lo divino, inhabilitación para ejercer como sacerdote), esa medida  hasta tanto el cura haya cumplido con las disposiciones canónicas y diocesanas. La determinación es comunicada al Obispo de Mondoñedo (España), diócesis de la que provenía Trelles y se nombra como Vicario interino a Pbro. Pedro Villa. Allí empezó el calvario del sacerdote.

EL TRISTE FINAL

“En el ocaso de esa vida de desencuentros, comenzó su ruina; viejo, artero esclerótico, fue separado de su parroquia, de su casa, ya totalmente arruinado. En plena miseria fue protegido por un rematador que lo dejaba dormir en un sillón del escritorio. Vencido y destituido, lloraba como un niño cuando reconociendo a personas de Juárez se acercaba a saludar. De día andaba con su sotana raída y sucia, mendigando sentado en las escalinatas de las iglesias. También se lo veía por los boliches de Buenos Aires “pechando” para sus copas. Apoyado en su bastón, caminando a desesperantes pasitos cortos de un boliche a otro, donde por las copas, para burlarse de él, le exigían que zapateara. Lo hacía apoyado entre dos sillas, con los ojos llorosos por el senil esfuerzo, pero siempre sonriente”. De esta forma cuenta el periodista Helvio Botana, cómo fue el final del sacerdote, confesando que había pagado mal su amistad, porque viéndolo en ese estado no se acercó a ayudarlo. Siempre Trelles dio preferencias a sus ocasionales amigos; esos importantes políticos o periodistas o a las familias “de más valer”, como él las llamaba. Cuando llegó su peor hora, se dio vuelta y no encontró a nadie a su lado. Quizás no había construido sus afectos en una comunidad en la que permaneció 32 años de su vida y creyó tenerlos en esas altas jerarquías, para las que solo fue un actor de reparto.

Murió a los 78 años en la pobreza absoluta, sus restos fueron velados en la Iglesia de la Inmaculada Concepción en Buenos Aires, recibiendo sepultura en el cementerio de la Chacarita.

 

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