30 abr 2022

EL CUENTO DE BORGES SOBRE EL COMISARIO DE JUÁREZ

 



Un cuento de Jorge Luis Borges, firmado con seudónimo, hace referencia a quien fue el primer comisario de Juárez, a cargo de la Policía Rural. Se trata del Comisario Luís Aldáz, conocido por el apodo  “Gorra Colorada”, personaje que abordamos en una entrega anterior.

En el diario La Nación, el compilador Fernando Sorrentino asegura que el cuento “Las leyes del Juego”, firmado por Isidoro Trejo, no es más que otro de los seudónimos con los que escribía Jorge Luís Borges. El cuento se publicó en un libro en el que el escritor compiló textos gauchescos. El índice registra los nombres de dieciocho autores entre los que se encuentran Paul Groussac, Domingo Faustino Sarmiento, Ventura R. Lynch, Lucio V. Mansilla, Leopoldo Lugones, José Hernández, Jorge Luis Borges, Bernardo Canal Feijoo y Adolfo Bioy, entre otros. Pero, además de los trabajos de estos escritores, ignorados por el índice, aparecen otros tres textos, en cuerpo menor. Uno de ellos es “Las leyes del juego”. “La prosa -dice Sorrentino- es ceñida, cuidada y sintética. No sobran ni faltan circunstancias. Un matiz de grácil socarronería lo recorre del principio al fin. Las construcciones sintácticas y el vocabulario son inconfundibles en la pluma de Borges. Además de los indicios fácilmente de advertir en los giros, los tics, los guiños, el ritmo de la prosa hay otras huellas”.

Felipe Pascual Pacheco "El tigre del Quequén"


“Un forajido, que le decían el Tigre", -continúa- intencionado solecismo en la proposición subordinada, evocador de la lengua oral, que repite el de "Francisco Real, que le dicen el Corralero". El Tigre "debía varias muertes", así como Rosendo Juárez "estaba debiendo dos muertes". Y ese comisario, de valerosa cortesía, que desarmado va a detener al forajido "sin alzar la voz", ¿no es acaso de la misma estirpe de aquel Jacinto Chiclana, "capaz de no alzar la voz / y de jugarse la vida"? Por otra parte, Isidoro es el tercer nombre de Borges y también es el nombre de su abuelo Isidoro Acevedo Laprida y el de su bisabuelo el coronel Isidoro Suárez. Además, algún Trejo y Sanabria se cuenta entre los antepasados de Borges. Por último, el libro apócrifo del apócrifo Isidoro Trejo "apareció" en Dolores en 1899, el año de nacimiento de Borges”.

El compilador Fernando Sorrentino asegura que “Las leyes del juego” pertenece a Jorge Luis Borges; el escritor empleó el mismo procedimiento utilizado, por ejemplo, en “Museo” (El hacedor), que consiste en inventar textos y atribuirlos a fuentes ficticias. Con la única diferencia de que —por las razones que fueren— nunca incorporó estas tres piezas a un libro de su autoría.

El breve cuento de “Trejo” (Jorge Luís Borges) es el siguiente:

“LAS LEYES DEL JUEGO”

No recuerdo el nombre del comisario. Sé que le daban el nombre de Boina Colorada y que había servido en el 2 de infantería de línea. Llegó al pueblo hacia mil ochocientos setenta y tantos. Los vecinos le informaron que en una cueva, en las márgenes del Quequén, tenía su guarida un forajido, que le decían el Tigre. Debía varias muertes y el comisario anterior no se había animado nunca a prenderlo. Boina Colorada pensó que para cimentar su autoridad le convenía proceder en el acto. No dijo nada aquella noche, pero a la mañana siguiente ordenó a un vigilante que lo llevara hasta la guarida del Tigre. Éste habitaba allí con su hembra. Ya cerca de la cueva, el comisario le dijo al vigilante que no se mostrara hasta que lo oyera silbar y le dio su revólver. Entró tranquilamente en la cueva. El Tigre, un gaucho de melena y de barba, le salió al encuentro con el facón. Sin alzar la voz, el comisario le dijo:

—Vengo a buscarlo. Dese preso.

El Tigre, que sin duda era valiente, hubiera peleado con la partida, pero aquel hombre solo y seguro lo desconcertó. El comisario silbó. Cuando apareció el vigilante, le dio esta orden:

-Desarme a este hombre y lléveselo a la comisaría.

El vigilante obedeció, temblando. Así lo tomaron al Tigre. Otra cosa hubiera ocurrido si el comisario se hubiera presentado con la partida o si hubiera entrado gritando.

Isidoro Trejo: Rasgos y pinceladas (Dolores, 1899)

 

 

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