Al Comandante Álvaro Barros, Jefe de la Frontera Sud, lo
conocemos como uno de los hombres enfrentados con Mariano Roldán, porque había
iniciado un trabajo tendiente a dividir el partido de Juárez o anexarlo al
pueblo de Olavarría que había sido fundado por él, pero que en realidad no era
más que el asentamiento militar. Las discusiones también se daban en la falta
de apoyo militar, que reclamaba Roldán para defender la frontera en el
recientemente creado partido de Juárez, en 1868.
Una calle de nuestra ciudad tiene su nombre, seguramente
porque se rescatan otros valores menos conocidos de su accionar, como el
concepto de integración con los indígenas y las denuncias de corrupción en el Ejército
Argentino. En cuanto al primero proponía “...repartir en propiedad esos campos
a los indios, medidos, escriturados y amojonados; establecer entre ellos un
sistema de orden que ellos mismos anhelan, porque muchos hay que han aprendido
a conservar lo que adquieren y saben valorar lo que importa a la propiedad.
Proporcionar pequeños recursos para que se dediquen a la labranza los que son
capaces”.
Denunciaba también que la responsabilidad de los malones
recaía sobre “El Gobierno [que] manda entregar raciones a los indios, con el
objeto que vivan de ellas sin necesidad de robar. La imprevisión con que se
procede a su entrega ha permitido que los encargados y los proveedores puedan
abusar libremente. Vencido el plazo, la entrega no se hace; los indios esperan,
reclaman, van y vienen y nada consiguen, hasta que cansados y apurados por la
necesidad convienen con el proveedor en recibir el todo en dinero o una parte
en dinero y otra en efectos. En dinero vienen a recibir apenas un 10% del valor
de los artículos y éstos de tan mala calidad y tan escamoteados, que poco más o
menos sufren la misma rebaja. Lo que no venden al proveedor lo entregan con
igual desventaja a otros, en pago de tejidos u otros efectos que sobre esto les
dan al fiado; y despojados así de este recurso, van luego a desquitarse en los
intereses del hacendado”.
Alvaro Barros fue Diputado Nacional y en 1875 denunciaba irregularidades
dentro del Ejército Argentino en el Congreso Nacional:, afirmando que es uno de
los ejércitos “… más deficientes y atrasados, es el más caro del mundo. (...)
El resultado económico de este desorden es notable. Mientras que el soldado alemán
cuesta $ 199 fuertes por año, el argentino cuesta $521 y mucho más en tiempo de
guerra, y sufre como ninguno y en todo tiempo, todo género de necesidades y
miserias”.
“Imagínese usted a un soldado mal vestido, casi desnudo, al
raso completamente, en medio de los rigores de un invierno harto cruel, sin
lumbre que calentara sus miembros ateridos, y más que todo sin el alimento
necesario a la conservación de sus fuerzas; imagínese todo esto, digo, y tendrá
una idea más o menos exacta de lo que acá se ha sufrido”.
“Con arreglo a aquellos principios de organización que con
poca diferencia se observan en todos los ejércitos europeos, y han dado
excelentes resultados en la guerra, el ejército argentino que consta de 8.000
soldados, estaría perfectamente servido con 270 oficiales (tiene 604) y 57
jefes de línea (tiene 302), resultando un exceso de oficiales del 89% y de
jefes, del 709%”.
Inició un juicio contra un proveedor del Ejército, pero este
fue cerrado por orden del Ministerio de Guerra. En respuesta, Barros solicitó la
baja militar, afirmando que “Vuestra
Excelencia considera inútiles mis servicios y no debo continuar siendo gravoso
al Estado”.
La corrupción en la Argentina viene de muy lejos…
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