Cuando en 1878 se reestructura la policía de la provincia de Buenos Aires creando comisarías de policía rural, el primer Jefe, en Juárez, fue el Comisario Luís Aldáz quien tuvo que realizar destacados hechos de valor personal para imponerse y hacer respetar la autoridad. Era católico y en la capilla del incipiente pueblo de Juárez, se lo veía oír misa desde la última fila con su alta estampa y realzado por el uniforme lo que, agregado a su fama de perseguidor de vagos y delincuentes, imponía respeto. Lo llamaban el “Gorra colorada”, por la boina que usaba.
Su mayor
hazaña fue la captura del famoso “Tigre de Quequén”, Felipe Pacheco a quien se
le adjudicaba 14 crímenes. Cuentan crónicas de la época que “El tigre”
frecuentaba pulperías o campamentos de troperos, donde seguía acrecentando su
fama de pendenciero. Si bien burló con habilidad los intentos por llevarlo tras
las rejas, en 1875 se encontró con Luis Aldaz en una cueva sobre el rio Quequén
Salado.
Un cuento de
Jorge Luis Borges, firmado con seudónimo, hace referencia al Comisario Aldáz,
conocido por el apodo “Gorra Colorada”.
En el
diario La Nación, el compilador Fernando Sorrentino asegura que el
cuento “Las leyes del Juego”, firmado por Isidoro Trejo, no es más
que otro de los seudónimos con los que escribía Jorge Luís Borges. El cuento se
publicó en un libro en el que el escritor compiló textos gauchescos de Domingo
F. Sarmiento, Lucio V. Mansilla, Leopoldo Lugones, José Hernández, Jorge Luis
Borges y Adolfo Bioy, entre otros. Además de los trabajos de estos escritores, aparecen
otros tres textos, en cuerpo menor. Uno de ellos es “Las leyes del
juego”. “La prosa -dice Sorrentino- es ceñida, cuidada y sintética. Las construcciones
sintácticas y el vocabulario son inconfundibles en la pluma de Borges. Además de los indicios fácilmente de advertir en los
giros, los tics, los guiños, el ritmo de la prosa hay otras huellas”.
Isidoro es el
tercer nombre de Borges y también el de su abuelo Isidoro Acevedo Laprida
y el de su bisabuelo el coronel Isidoro Suárez. Además, algún Trejo y Sanabria
se cuenta entre los antepasados de Borges.
El compilador
Fernando Sorrentino asegura que “Las leyes del juego” pertenece a Jorge Luis
Borges; el escritor empleó el procedimiento que consiste en inventar textos y
atribuirlos a fuentes ficticias.
El breve cuento de “Trejo” (Jorge Luís Borges) “Las
leyes del juego” es el siguiente:
No recuerdo el nombre del comisario. Sé que le
daban el nombre de Boina Colorada y que había servido en el 2 de infantería de
línea. Llegó al pueblo hacia mil ochocientos setenta y tantos. Los vecinos le
informaron que, en una cueva, en las márgenes del Quequén, tenía su guarida un
forajido, que le decían el Tigre. Debía varias muertes y el comisario anterior
no se había animado nunca a prenderlo. Boina Colorada pensó que para cimentar
su autoridad le convenía proceder en el acto. No dijo nada aquella noche, pero
a la mañana siguiente ordenó a un vigilante que lo llevara hasta la guarida del
Tigre. Éste habitaba allí con su hembra. Ya cerca de la cueva, el comisario le
dijo al vigilante que no se mostrara hasta que lo oyera silbar y le dio su
revólver. Entró tranquilamente en la cueva. El Tigre, un gaucho de melena y de
barba, le salió al encuentro con el facón. Sin alzar la voz, el comisario le
dijo:
—Vengo a buscarlo. Dese preso.
El Tigre, que sin duda era valiente, hubiera
peleado con la partida, pero aquel hombre solo y seguro lo desconcertó. El
comisario silbó. Cuando apareció el vigilante, le dio esta orden:
-Desarme a este hombre y lléveselo a la comisaría.
Isidoro
Trejo: Rasgos y pinceladas

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