21 mar 2022

Por defender el honor mató a su hija

 


    Un suceso trágico conmocionó a los juarenses en el primer día del año 1950.  “La fatalidad como un signo”, titulaba el diario Tribuna, en una crónica que refleja los comportamientos sociales y la curiosa forma de redactar de hace más de setenta años. El artículo es una pintura realista de gran parte de la sociedad juarense de esos tiempos.

    “En la madrugada del 1 de enero de 1950 y cuando la gente del pueblo regresaba a sus hogares después de participar de las reuniones sociales, en la calle Chacabuco nº 333, y a pocos metros de este diario, se producía un hecho que tiene conmocionada a la comunidad.

    El señor Luis F. Semper, padre de la joven María Mercedes Semper que frecuentaba el noviazgo del joven Raúl Santos Echeverría, velando por principios de moral y decoro de hogar, naturales y lógicos en todo padre que estime regularmente su misión, desde hace tiempo exigía la regularización de esas relaciones o de lo contrario la terminación.

    Su propósito se vio malogrado. Esta situación y la circunstancia de que los jóvenes prescindieran de las exigencias paternales, fueron creando un proceso moral y espiritual cada vez más tenso en estos días, pues la joven Semper como su novio, desde hace un tiempo, por razones de actividad tenían residencia en la capital y mientras éste hacía alrededor de 20 días que se hallaba de paseo en nuestra ciudad, María Mercedes había venido a pasar fin de año con su padre y tal vez atraída por su estado sentimental.

    Así las cosas, circunstancias inesperadas y siempre por los escrúpulos paternales, al sorprender a los jóvenes a las 3 de la mañana a la altura de la calle ya indicada, que da frente a su domicilio, les increpó la actitud, de lo que sobrevino lo fatal.

Ambos hombres, llevado por ese amor propio que suelen impulsar a los trances funestos, desenfundaron sus armas y cambiaron varios disparos, de resulta de los cuales uno de estos fue a dar a la altura del pecho de la joven María Mercedes, que por su trayectoria, hace presumir que se interpuso y extendió los brazos con el fin de evitar que su progenitor y el joven Echeverría consumaran intenciones.

    El disparo le provocó una muerte instantánea. Semper resultó con una herida de carácter reservado en el pie derecho.

    El epílogo, como deducirá el lector y que ya está en todo el dominio vecinal, fue trágico y de desgraciada consecuencia para el padre, que pierde a su hija en forma dolorosa y penosa y que ciertamente nunca esperó que el signo de la fatalidad pudiera sellar trágicamente su deseo de buscarle un destino distinto que asegurara su vida embellecida por la felicidad.

    En el pueblo este hecho que afecta a un hogar apreciado, se lamenta profundamente y las opiniones coinciden en sentimientos de lamentación para con la joven y su padre que tiene que soportar tan inmenso infortunio”.

 

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