Un
suceso trágico conmocionó a los juarenses en el primer día del año 1950. “La fatalidad como un signo”, titulaba el
diario Tribuna, en una crónica que refleja los comportamientos sociales y la curiosa
forma de redactar de hace más de setenta años. El artículo es una pintura
realista de gran parte de la sociedad juarense de esos tiempos.
“En
la madrugada del 1 de enero de 1950 y cuando la gente del pueblo regresaba a
sus hogares después de participar de las reuniones sociales, en la calle
Chacabuco nº 333, y a pocos metros de este diario, se producía un hecho que
tiene conmocionada a la comunidad.
El
señor Luis F. Semper, padre de la joven María Mercedes Semper que frecuentaba
el noviazgo del joven Raúl Santos Echeverría, velando por principios de moral y
decoro de hogar, naturales y lógicos en todo padre que estime regularmente su
misión, desde hace tiempo exigía la regularización de esas relaciones o de lo
contrario la terminación.
Su
propósito se vio malogrado. Esta situación y la circunstancia de que los
jóvenes prescindieran de las exigencias paternales, fueron creando un proceso
moral y espiritual cada vez más tenso en estos días, pues la joven Semper como
su novio, desde hace un tiempo, por razones de actividad tenían residencia en
la capital y mientras éste hacía alrededor de 20 días que se hallaba de paseo
en nuestra ciudad, María Mercedes había venido a pasar fin de año con su padre
y tal vez atraída por su estado sentimental.
Así
las cosas, circunstancias inesperadas y siempre por los escrúpulos paternales,
al sorprender a los jóvenes a las 3 de la mañana a la altura de la calle ya
indicada, que da frente a su domicilio, les increpó la actitud, de lo que
sobrevino lo fatal.
Ambos
hombres, llevado por ese amor propio que suelen impulsar a los trances
funestos, desenfundaron sus armas y cambiaron varios disparos, de resulta de
los cuales uno de estos fue a dar a la altura del pecho de la joven María
Mercedes, que por su trayectoria, hace presumir que se interpuso y extendió los
brazos con el fin de evitar que su progenitor y el joven Echeverría consumaran
intenciones.
El
disparo le provocó una muerte instantánea. Semper resultó con una herida de carácter
reservado en el pie derecho.
El
epílogo, como deducirá el lector y que ya está en todo el dominio vecinal, fue
trágico y de desgraciada consecuencia para el padre, que pierde a su hija en
forma dolorosa y penosa y que ciertamente nunca esperó que el signo de la
fatalidad pudiera sellar trágicamente su deseo de buscarle un destino distinto
que asegurara su vida embellecida por la felicidad.
En
el pueblo este hecho que afecta a un hogar apreciado, se lamenta profundamente
y las opiniones coinciden en sentimientos de lamentación para con la joven y su
padre que tiene que soportar tan inmenso infortunio”.
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