Las potencias europeas después de 1850 nos
etiquetaron como país agroexportador, un modelo que requería un sistema
ferroviario para trasladar a los puertos los “frutos del país” en un territorio
tan vasto. A este propósito y con franquicias opinables, concurrieron los
capitales ingleses. La configuración territorial de la Argentina se decidía en
Londres.
En el ámbito de la provincia de Buenos Aires la
traza de las vías marcaba el progreso o no de los poblados, según tengan una
estación o no. Las decisiones estaban a cargo de funcionarios que no conocíamos
y que pasaron a bautizar pueblos, estaciones, instituciones y calles. Nominar
las estaciones era una cláusula que imponían los ingleses al gobierno. Esos nombres
carecen de cercanía con nuestra historia, pasando a ser solo etiquetas vacías y
sin identidad para las generaciones presentes.
Uno de esos casos es nuestra localidad de Barker, la
más grande del partido de Benito Juárez, que surge a partir de la inquietud de
un grupo de propietarios de campos que necesitaban movilizar sus productos de
manera más ágil.
Hacendados de Juárez, Necochea y Tandil,
solicitaron, el 27 de mayo de 1904, al Ing. Etcheverry, ministro de Obras
Públicas de la provincia de Buenos Aires, un ramal férreo que tuviera una
estación entre Tres Arroyos y Lobería. La solicitud daba respuesta a la
necesidad de enviar los productos agropecuarios a otros mercados.
El pedido fue aprobado por el Ministro y se
iniciaron las gestiones con la empresa Ferrocarril Sud, quién estableció que se
llevaría a cabo siempre y cuando las tierras para hacer el ramal y la estación
fueran donadas. Aceptadas todas las condiciones, el Gobernador de la provincia
firmó el contrato el 20 de diciembre del mismo año.
El 15 de Octubre de 1908 se terminó de construir el
ramal, con una extensión de 128 km. y conocido como de las Calaveras pero su
apertura efectiva se realizó el 18 de octubre.
¿QUIÉN ERA BARKER?
Charles Octoby Barker fue uno de los autores
intelectuales del mapa pampeano que trazaron los ferrocarriles. Cumplió con su
tarea, como alto ejecutivo de una de las corporaciones británicas más poderosas
de aquella época, de hacerla más grande, más eficiente y más rentable. Sus
servicios no quedaron sin tributo póstumo. En 1892 Charles Barker ocupaba el
puesto de secretario-gerente del directorio del Ferrocarril del Sud, con sede
en Londres. En enero de 1893 se trasladó a la Argentina acompañando al
presidente del “board” para tratar con el gobierno de la provincia de Buenos
Aires la ampliación de los ramales del Sud y el Oeste.
Al poco tiempo de haber llegado, Barker enfermó
gravemente y murió el 20 de marzo de 1893. Vivió entre nosotros poco más de
tres meses. Sin embargo, aquella temporada fue suficiente para encariñarlo con
el suburbio, por entonces, más británico de Buenos Aires: Green Lomas, las
Lomas de Zamora. En la actualidad un afamado colegio bilingüe de Lomas lleva el
nombre de Barker.
Conocía la Argentina a la distancia y vislumbró su
potencial. Había entrado en la empresa en 1867, como secretario, e hizo sentir
su influencia creciente, promoviendo el tendido de miles de kilómetros de vías
en el país. Durante los veinticinco años de su gestión se construyó la alongada
extensión a Bahía Blanca y los ramales a Mar del Plata, Necochea y Saladillo
(un total de 2.224 kilómetros y un producto bruto de 1,2 millones de libras
esterlinas al año). Una metamorfosis radical en la apropiación espacial y
productiva de esa porción de territorio bonaerense.
En el libro “Historia del Ferrocarril del Sud”,
Willem Rögind lo tildó de “perfecto caballero que encarnaba el espíritu activo,
laborioso y emprendedor de su raza (...) hombre de trabajo y exquisita cultura
(…) el señor Barker perteneció a la falange británica que tuvo fe completa en
el suelo argentino y con ella animaba al capital inglés a venir a colocar
rieles en su territorio”.
El funeral de Barker permitió apreciar la estima que
se le llegó a dispensar en el medio local, inclinado a una anglofilia de época
asociada a las crecientes inversiones inglesas: el 21 de marzo a las 10 de la
mañana el cortejo partió de la residencia del gerente del Ferrocarril del Sud,
en Barracas, donde había fallecido, y pasó por la terminal de Plaza
Constitución. Eran más de sesenta carruajes que pusieron rumbo al cementerio de
Disidentes, recientemente trasladado a la Chacarita, donde, en la sección
británica, el pastor Canon Pinchard pronunció el oficio de difuntos. Dice
Rögind que “siguiendo la costumbre inglesa no hubo discurso, pero todos los
asistentes desfilaron ante la tumba recién abierta, arrojando cada uno sobre
ella un puñado de tierra”.
El viaje de Barker había llegado al final de su
recorrido. Sus restos hallaron en Buenos Aires la estación de destino y en
Juárez una forma de recordarlo imprimiendo su nombre, que no es más que una
etiqueta vacía y ajena a la historia de esa comunidad.
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