21 nov 2021

De quién hablan cuando nombran a Barker?

 


Las potencias europeas después de 1850 nos etiquetaron como país agroexportador, un modelo que requería un sistema ferroviario para trasladar a los puertos los “frutos del país” en un territorio tan vasto. A este propósito y con franquicias opinables, concurrieron los capitales ingleses. La configuración territorial de la Argentina se decidía en Londres.

En el ámbito de la provincia de Buenos Aires la traza de las vías marcaba el progreso o no de los poblados, según tengan una estación o no. Las decisiones estaban a cargo de funcionarios que no conocíamos y que pasaron a bautizar pueblos, estaciones, instituciones y calles. Nominar las estaciones era una cláusula que imponían los ingleses al gobierno. Esos nombres carecen de cercanía con nuestra historia, pasando a ser solo etiquetas vacías y sin identidad para las generaciones presentes.

Uno de esos casos es nuestra localidad de Barker, la más grande del partido de Benito Juárez, que surge a partir de la inquietud de un grupo de propietarios de campos que necesitaban movilizar sus productos de manera más ágil.

Hacendados de Juárez, Necochea y Tandil, solicitaron, el 27 de mayo de 1904, al Ing. Etcheverry, ministro de Obras Públicas de la provincia de Buenos Aires, un ramal férreo que tuviera una estación entre Tres Arroyos y Lobería. La solicitud daba respuesta a la necesidad de enviar los productos agropecuarios a otros mercados.

El pedido fue aprobado por el Ministro y se iniciaron las gestiones con la empresa Ferrocarril Sud, quién estableció que se llevaría a cabo siempre y cuando las tierras para hacer el ramal y la estación fueran donadas. Aceptadas todas las condiciones, el Gobernador de la provincia firmó el contrato el 20 de diciembre del mismo año.

El 15 de Octubre de 1908 se terminó de construir el ramal, con una extensión de 128 km. y conocido como de las Calaveras pero su apertura efectiva se realizó el 18 de octubre.

¿QUIÉN ERA BARKER?

Charles Octoby Barker fue uno de los autores intelectuales del mapa pampeano que trazaron los ferrocarriles. Cumplió con su tarea, como alto ejecutivo de una de las corporaciones británicas más poderosas de aquella época, de hacerla más grande, más eficiente y más rentable. Sus servicios no quedaron sin tributo póstumo. En 1892 Charles Barker ocupaba el puesto de secretario-gerente del directorio del Ferrocarril del Sud, con sede en Londres. En enero de 1893 se trasladó a la Argentina acompañando al presidente del “board” para tratar con el gobierno de la provincia de Buenos Aires la ampliación de los ramales del Sud y el Oeste.

Al poco tiempo de haber llegado, Barker enfermó gravemente y murió el 20 de marzo de 1893. Vivió entre nosotros poco más de tres meses. Sin embargo, aquella temporada fue suficiente para encariñarlo con el suburbio, por entonces, más británico de Buenos Aires: Green Lomas, las Lomas de Zamora. En la actualidad un afamado colegio bilingüe de Lomas lleva el nombre de Barker.

Conocía la Argentina a la distancia y vislumbró su potencial. Había entrado en la empresa en 1867, como secretario, e hizo sentir su influencia creciente, promoviendo el tendido de miles de kilómetros de vías en el país. Durante los veinticinco años de su gestión se construyó la alongada extensión a Bahía Blanca y los ramales a Mar del Plata, Necochea y Saladillo (un total de 2.224 kilómetros y un producto bruto de 1,2 millones de libras esterlinas al año). Una metamorfosis radical en la apropiación espacial y productiva de esa porción de territorio bonaerense.

En el libro “Historia del Ferrocarril del Sud”, Willem Rögind lo tildó de “perfecto caballero que encarnaba el espíritu activo, laborioso y emprendedor de su raza (...) hombre de trabajo y exquisita cultura (…) el señor Barker perteneció a la falange británica que tuvo fe completa en el suelo argentino y con ella animaba al capital inglés a venir a colocar rieles en su territorio”.

El funeral de Barker permitió apreciar la estima que se le llegó a dispensar en el medio local, inclinado a una anglofilia de época asociada a las crecientes inversiones inglesas: el 21 de marzo a las 10 de la mañana el cortejo partió de la residencia del gerente del Ferrocarril del Sud, en Barracas, donde había fallecido, y pasó por la terminal de Plaza Constitución. Eran más de sesenta carruajes que pusieron rumbo al cementerio de Disidentes, recientemente trasladado a la Chacarita, donde, en la sección británica, el pastor Canon Pinchard pronunció el oficio de difuntos. Dice Rögind que “siguiendo la costumbre inglesa no hubo discurso, pero todos los asistentes desfilaron ante la tumba recién abierta, arrojando cada uno sobre ella un puñado de tierra”.

El viaje de Barker había llegado al final de su recorrido. Sus restos hallaron en Buenos Aires la estación de destino y en Juárez una forma de recordarlo imprimiendo su nombre, que no es más que una etiqueta vacía y ajena a la historia de esa comunidad.

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