26 sept 2021

Santiago Trelles: El cura “vivo” que se hacía el muerto

 


    Santiago Trelles fue un sacerdote que estuvo al frente de nuestra parroquia entre 1920 y 1953. Era un transgresor de su tiempo y de su religión. Un hombre difícil, intolerante, vehemente, autoritario y pasional.

Santiago Trelles con las "Damas de la caridad".


   En 1934 la figura del sacerdote venía golpeada por distintos sucesos adversos, desde el incendio de la iglesia y su cuestionada  reconstrucción. Para reinstalar su vigencia apela a su periódico El Ideal, donde bajo un seudónimo (nadie dudaba que fue redactado por Trelles) crea una historia ficticia, planteando que tiene una grave enfermedad y está al borde de la muerte. La noticia se estiró por semanas, incluyendo el traslado a la capital. A pesar de dar numerosos detalles, en ningún momento dicen que enfermedad tuvo, solo habla de un ataque. Resalta que los tenía desconcertados, porque su comportamiento era el de una persona sana.

    El novelesco artículo titulado “El Dr. Trelles de cara ante la muerte” comienza diciendo que “se encuentra enfermo, grave, moribundo. Se nota un movimiento en el pueblo como no habíamos visto jamás (…)”. 

    “El padre Trelles estaba en cama con un Cristo en la mano, al que besaba con frecuencia. Su cuerpo, sin una gota de sangre (¿?) ni pulsaciones, semejaba una estatua de mármol, que se agita, mueve y habla”.

    Trelles le pide al Teniente cura, que lo confiese en una suerte de extremaunción. “Es tal la turbación de este sacerdote y tal su estado de ánimo, que pide que llamen a otro sacerdote rápidamente”, buscaba alguien de mayor rango.

    “Terminadas las ceremonias, -dice- Trelles se dirige a los médicos: “Díganme mis queridos amigos, si se aproxima el último momento, pues aún cuando tenga hecho ya lo principal, me gustaría emplear lo mejor posible el tiempo que me resta de vida”. Hemos notado que Trelles, está convencido que muere, no se cansa de repetir: “¡Ah Señor, Tú eres el único que no miente!... el único que no engaña…” añadiendo con voz clara y potente: “Perdono de corazón a todos… ¿Pobrecitos!... No me han conocido… Sí díganles a todos que les perdono…”

    En el relato pasa un aviso para que paguen la suscripción de El Ideal, “Trelles no tiene deudas, porque sus cuentas de almacén y comercio las paga todas al contado. No obstante esto, deja constancia de que hay que pagar El Ideal, cuyo mes vencido está en descubierto; recordando y encomendando pagar otras nimiedades, sin recordar para nada, ni hacer la menor alusión, a los que le deben”.

    Según el relato “Todo Juárez ha invadido la Casa parroquial y adyacencias para seguir las alternativas de la enfermedad que aqueja a su querido Cura y Párroco, porque Trelles, ha sido y es querido en Juárez como no lo ha sido nadie hasta la fecha”.

    “Mientras tanto los curas vecinos se trasladan a nuestro pueblo para visitarlo, desarrollándose escenas que nos conceptuamos incapacitados de poder transcribir. La enfermedad de Trelles convulsionó en tal forma a Juárez que, como hemos oído de labios de más de uno, hasta los adoquines se conmovieron y parecían decir: Que no muera Trelles, que no muera porque su vida es necesaria para Juárez; que no muera porque es muy bueno, frase que repetían los niños de las escuelas cuando pasaban por la casa Parroquial”.

    En la ficción se menciona que fue trasladado a Buenos Aires, pero no pudieron internarlo, porque en verdad no tenía nada. Se hospedó en el Hotel Castelar afirmando que quienes lo visitan, “se ven obligados a hacer colas interminables, de todas las clases y círculos intelectuales, sociales, políticos, militares, comerciales y eclesiásticos, para a saludar al ilustre enfermo”.

    Sobre el final, el texto empieza a bajarle el tono a la grave enfermedad y afirma que “al haberse quedado, sin sangre ni pulsaciones, su estado general y apariencia es casi igual a la de cuando se encontraba completamente sano, lo que ocurría ya al segundo día del ataque, lo que hacía que nos tuviese desconcertado a todos, no perdió ni un solo momento su lucidez, ni siquiera su genio y buen humor”.

    La verdad es que fue una simple descompostura vinculada a sus habituales excesos gastronómicos y etílicos que solo duró un día.

    No quedan dudas que Trelles tenía una gran capacidad creativa y una imaginación que sorprendía a propios y extraños, como lo vemos en esta novela donde el aparente muerto fue el más “vivo”.-

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