Luis Aldaz, el
primer Comisario que tuvo Juárez, era un vasco que durante la guerra carlista
en España, estuvo preso en varias cárceles de las que logró escapar. Llegó en
1871 a la Argentina, un país al que sus amigos lo invitaban a tentar suerte y
buena fortuna. Atrás dejaría a su familia, a su país natal y a sus amigos, todo
su mundo se reduciría al trabajo y al intento de progresar en una tierra que
sólo conocía por vagas referencias. Todo fue muy difícil en ese tiempo, fue
empleado en el Ferrocarril del Oeste, hasta que ingresó como soldado voluntario
del Batallón Guardia Provincial.
Aldaz, es más
recordado por prestar servicios contra el gauchaje alzado, persiguiendo
matreros, criminales y ladrones de ganado. Hombre capaz, rudo, de pocas
palabras y con varias cicatrices en su cuerpo por enfrentar delincuentes. Era
conocido con el apodo de “Gorra colorada” por la boina roja que llevaba en
honor a los “carlistas” españoles, ya que en Argentina fue un radical muy
ligado a Yrigoyen. Era un hombre de esos antiguos, de complexión robusta, alto
y fornido, con una increíble fuerza física y un riguroso sentido de la
justicia.
Su mayor hazaña
fue la captura del famoso “Tigre de Quequén”, Felipe Pacheco a quien se le
adjudicaba 14 crímenes. Cuentan crónicas de la época que “El tigre” frecuentaba
pulperías o campamentos de troperos, donde seguía acrecentando su fama de
pendenciero. Si bien burló con habilidad los intentos por llevarlo tras las
rejas, en 1875 entró en escena precisamente, Luis Aldaz. Junto a una docena de
soldados fueron enviados tras sus huellas y lo capturan en una cueva sobre el
rio Quequén Salado. “Date por preso Pacheco”, le dijo Aldaz, “entregate sin
resistencia porque estás rodeado y yo soy Gorra Colorada” No hacía falta decir
nada más, el tan temido Tigre se dejó atrapar.
El escritor
Jorge Luis Borges se refiere a la captura del “Tigre” en el cuento “Las leyes
del juego” que firma con el seudónimo Isidoro Trejo. El cuento se publicó en el
libro “El matrero" en el que
compiló textos gauchescos junto a 18 autores.
En la Estancia "Dos Marias", el Comisario Luis Aldaz (a la izquierda) y Cecilio López el dueño de casa (a la derecha). |
En 1878 se reestructura
la policía de la provincia de Buenos Aires creando comisarías de policía rural
en la campaña. Juárez era cabecera de la segunda sección, que comprendía una
amplia zona de la región. El primer Jefe, en nuestro partido, fue el Comisario
Luís Aldáz quien tuvo que realizar destacados hechos de valor personal para
imponerse y hacer respetar la autoridad, lo que le valió larga y justa fama.
Era católico y en la capilla del incipiente pueblo de Juárez, se lo veía más de
una vez oír misa desde la última fila
con su alta estampa y realzado por el uniforme, lo que agregado a su conocida
fama de perseguidor de vagos y delincuentes, imponía respeto.
Toda esa
autoridad que tenía nuestro personaje empieza a resquebrajarse. Luis Aldaz
durante los primeros dos años de estadía en la Argentina mantuvo una
correspondencia escueta pero afectuosa con su mujer Andresa Barrachina. Al cabo
de un tiempo dejó de escribir porque recibía confirmaciones de sus amigos y
familiares que decían que su esposa había fallecido de tuberculosis y nada
sabían de su hija Facunda. La familia de Aldaz no volvió a saber de él hasta
que, a fines de 1879, llegó a Pamplona el rumor de que estaba por casarse.
A partir de
allí Andresa Barrachina, presentó una
demanda en su contra. La mujer llegó a Buenos Aires en el otoño de 1880, con su
hija Facunda y se contacta con José Goñi, un comerciante que había sido testigo
de su matrimonio en España. Goñi le contó que hacía tiempo que Luis se había
mudado a Juárez y que allí había vuelto a casarse. El cura de Juárez confirma
el casamiento en la parroquia, en marzo de 1880. Con esta certeza, a principios
de septiembre, decidió denunciar a su marido por el delito de bigamia. El juez
examinó los certificados y las cartas y escuchó los testimonios. Aunque el
juzgado del crimen no se demoró en librar un oficio solicitándole al juez de
paz de Juárez, la respuesta llegó recién en mayo de 1881. Entonces, la bigamia
quedó confirmada y se supo que Luis Aldaz se había casado con Justina Amarante,
una joven argentina de veintiún años. Además de la bigamia, la cohabitación con
Justina configuraba adulterio, hecho que agravaba el delito principal
Pero la pareja
ya no vivía en Juárez, sino en Bahía Blanca, donde, tres meses más tarde, el
bígamo fue detenido y trasladado a Buenos Aires. Pocos días más tarde, su
primera mujer fue a verlo a la prisión. Después de una separación tan
prolongada, el reencuentro de Andresa y Luis tuvo lugar en el lúgubre escenario
de la flamante penitenciaría nacional y en medio de una circunstancia infausta.
Aldaz tenía un
abogado defensor oficial, pero la familia de su esposa argentina con buenas
relaciones políticas logra cambiar al letrado, tarea que asume Aristóbulo del
Valle, un muy prestigioso personaje,
hijo de Narciso del Valle, el primer habitante de Juárez. Cuando del
Valle entró en escena, pidió la nulidad del proceso, porque Luis y Justina se
habían casado en marzo de 1880 y Andresa denunció a su marido a principios de
setiembre. Según la ley, la denuncia debía realizarse dentro de los dos meses
de cometido el delito por lo que “la bigamia estaba prescripta antes de que el
juicio se iniciara.” Andresa, no se sabe si por presión o porque iba a tener
que afrontar las costas de los abogados, retiró la denuncia.
En 1895 Justina vivía en Buenos Aires y,
después que Luis recuperó la libertad, había tenido dos hijos con él, retomando
la vida marital, aunque el amor posiblemente había mutado en tristeza, rencor y
despecho. Años más tarde, Aldaz –que había vuelto a su antiguo puesto de policía
rural– no se encontraba con ella, sino en Coronel Suárez. Aunque ignoramos si
había roto con Justina o si la separación era temporaria y obedecía a motivos
laborales, el proceso judicial no manchó su foja de servicio”.
Receptor de
varias distinciones por el descubrimiento de crímenes y robos, Luis Aldaz
falleció en La Plata el 12 de noviembre de 1920. La Jefatura de Policía decidió
"honrar la memoria del decano de los empleados de la repartición que supo
destacar por su conducta intachable y buenos servicios prestados".
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